25 de octubre de 2010

La casa de los González Orbegoso

La histórica casa del Gran Mariscal Luís José de Orbegoso y Mancada, ubicada por entonces en la calle de La Libertad Nº55, fue adquirida por su nieto don Eduardo González de Orbegoso en remate público que se practicó los días 03 y 04 de agosto de 1909, a pedido de los herederos de la señora María Josefa viuda de Orbegoso, para la partición y división los bienes pertenecientes a su testamentaría. El 07 de diciembre de ese mismo año se le adjudicó a don Eduardo, la casa y nueve tiendas accesorias fronteras a la plazuela de San Agustín y a la calle de Bolívar, por el valor de 10,000 soles de plata, así mismo la casa del mayorazgo de Galindo – casa del pilancón -, la chacra de La Ánimas y las huertas de Miraflores.


Cabe mencionar que la casa fue tasada después de haber soportado los fuertes daños que le produjo el aluvión del año 1891. Don Eduardo González Orbegoso, senador y prefecto de La Libertad, nació en Trujillo el año 1857, hijo de don Vicente González Pinillos, prefecto del departamento de La Libertad, hacendado de Chota y Mótil, rico minero en las provincias de Otuzco y Santiago de Chuco, y de doña Emilia Orbegoso Pinillos, hija del Gran Mariscal de Orbegoso y Moncada. De su matrimonio con doña Adela Orbegoso y González tuvo cuatro hijos: Emilia, Luís, Enrique y Eloy González Orbegoso.

Don Eduardo tuvo por hermano mayor a don Carlos Alfonso González Orbegoso, senador de la república, casado con doña Josefina Orbegoso y González, quienes invistieron en España el título nobiliario familiar como quintos condes de Olmos y en cuyo linaje se sucedieron el título y la propiedad de la hacienda Chuquisongo. Su primogénito el doctor Vicente González de Orbegoso y Moncada fue el último dueño de esta antigua hacienda familiar, afamada por sus productos derivados de la leche y sus toros de lidia de divisa azul, oro y encarnada.

En 1918 la vieja plazuela de San Agustín se encontraba en pleno proceso de remodelación y embellecimiento, obra costeada por el ingeniero José Ignacio Chopitea y Luna Victoria, propietario de la Negociación Azucarera Laredo, en colaboración a la Junta del Primer Centenario Patrio. Esta especial circunstancia influyó en el espíritu trujillano de don Eduardo González Orbegoso, decidiendo embellecer la fachada del costado de su casa que daba a la plazuela de San Agustín. El proyecto de remodelación de esa parte de la fachada, obra del ingeniero italiano Domingo Tanlongo, planteaba una fachada de orden jónico para esa parte de la casa, la que luciría en su centro una alta e imponente portada principal precedida de majestuosa escalera, cuyos pasos ocuparían parte de la plazuela, y a ambos lados las ventanas de madera que actualmente posee toda la fachada de la casa, que acabaron reemplazando a las antiguas ventanas de reja puestas por el Mariscal Orbegoso. El proyecto de Tanlongo contó con la parcial aprobación municipal, debido a que la amplia escalinata restaría espacio a la plazuela, autorizándose sólo el cambio de ventanas. Don Eduardo empeñado en el adorno del costado de su casa, decidió dar al antiguo balcón de esquina, colocado por el Mariscal de Orbegoso, mayor belleza que contribuyese a la armonía del conjunto, solicitando licencia municipal para efectuar la transformación, obteniendo el permiso para realizar su “modernización” [

Posteriormente continuó la remodelación de la fachada principal frontera a la entonces calle de La Libertad.

La nueva fachada es la que hasta el presente conserva la magnífica casa y es de las más elegantes y mejor trazadas de su época, que tiene la ciudad. Su portada principal luce su antiguo escudo nobiliario castellano; su pintoresco balcón diseñado para levar mamparas con cristales, sobre sus diez columnas jónicas lleva arcos de medio punto peraltados que soportan un correcto entablamento. Sus ventanas de madera coronadas por tres flores de lis, nacen sobre un zócalo de considerable altura, y toda la fachada coronada por amplia cornisa de madera.

Don Eduardo González Orbegoso falleció el 09 de julio de 1934. En la división extrajudicial de sus bienes, verificada entre sus herederos y aprobada judicialmente por auto del 05 de agosto de 1935 en la ciudad de Lima, la antigua casa de la calle de La Libertad Nº525 pasó a propiedad de su hijo el doctor Luís González Orbegoso, propietario de la “Negociación Ganadera San Luís”, principal empresa de la provincia de Bolívar, conformada por las haciendas Pana, Cujibamba y anexos.

(13)

El 28 de julio de 1937, la municipalidad de Trujillo rindió homenaje a la memoria del Gran Mariscal Luís José de Orbegoso y Moncada, dando su nombre a la antigua calle de La Libertad donde está emplazada la casa que habitó y donde falleció el ilustre patricio trujillano.

El 02 de febrero don Luís Carlos vendió su casa familiar al Banco Internacional del Perú, su actual propietario.

La casa del Mariscal de Orbegoso que por espacio de 264 años permaneció en poder de esa familia trujillana fue restaurada por en referido Banco, bajo la responsabilidad del arquitecto trujillano Manuel Ángel Ganoza Plaza

Los Orbegoso, nuevos pertenecientes de la Casona

El maestre de campo y capitán de milicias don Juan de Orbegoso y Aranda, casado con doña Mariana de Gamarra López de Alfaro, fue el primero de los de su apellido en poseer y habitar la histórica casa de la esquina de la plazuela de San Agustín, por compra que de ella hizo al capitán Francisco de la Huerta y zubiate, el 08 de abril de 1723, en cantidad de 7,000 pesos de a ocho reales. Hijo del capitán Bartolomé de Orbegoso Isasi, natural de la villa de Bilbao en el señorío de Vizcaya y tronco de la familia Orbegoso en el Perú; y de doña Josefa de Aranda y Castro, trujillana de nacimiento.

(1)

Don Juan de Orbegoso y Aranda realizó considerables mejoras en su ya desmejorada casa principal de morada, que por natural efecto de los años padecía, como puede apreciarse en la división y partición de sus bienes efectuada el 14 de octubre de 1728, después de su muerte.

(2)

A su muerte, su viuda doña Mariana quedó como tutora y curadora de los bienes de sus menores hijos, y la casa “muy mejorada” por don Juan, y libre de censos e hipotecas.

(3)

Las fuertes y nunca vistas lluvias” que durante un mes soportó Trujillo y sus valles en marzo de 1728, originaron una gran inundación que causó grave daño en casas y conventos. La tasación fue realizada después que la virreinal casa de Orbegoso soportó las fuertes lluvias ocurridas en ese verano. Años más tarde doña Mariana vendió la casa, la hacienda Chuquizongo y la estancia de San Nicolás de Julqueda, a su hijo el capitán don Esteban de Orbegoso y Gamarra. Don Esteban, antes de fallecer, otorgó un poder para testar a favor de su hermano el licenciado Pedro de Orbegoso, abogado de la Real Audiencia de Lima y cura vicario de Cajamarca, mediante el cual instituyó cono herederos de su casa a sus cinco hermanas: doña Tomasa, doña María Cipriana, doña Juana Policarpa, doña Ignacia Javiera y a doña María de la Mercedes de Orbegoso y Gamarra. Don Esteban de Orbegoso y Gamarra falleció en junio de 1748, soltero y sin dejar descendencia. El año siguiente las señoras de Orbegosos y Gamarra vendieron las haciendas a su hermano Bartolomé, quien en 1779 las vendió a su sobrino carnal don Justo de Orbegoso y Burutarán Doña María de las mercedes sobrevivió a sus cuatro hermanas y en 1748 hizo “gracia y donación” de su esplendida casa familiar a su sobrino carnal don Justo de Orbegoso y Buruturán

(4)

El doctor Justo de Orbegoso y Buruturán nació en la ciudad de Lima, fue hijo del general Miguel de Orbegoso y Gamarra, corregidor y justicia mayor de Huamalíes, y de la señora Juana María de Buruturán y Cortés, trujillanos de nacimiento[15]. Realizó sus estudios en el Real Colegio de San Martín de Lima y en la Universidad Mayor de San Marcos, recibiéndose de abogado y ejerciendo en la Real Audiencia de Lima en 1768. Ocho años más tarde contrajo matrimonio con doña Francisca de Moncada Galindo y Morales, nacida en Trujillo, cuarta condesa de Olmos y octava poseedora del mayorazgo trujillano de Monacal Galindo.

Doña Francisca fue hija del maestre de campo de los reales ejércitos don Nicolás de Moncada Galindo, alférez, alcalde ordinario y regidor perpetuo de Trujillo, y de la dama limeña doña Juana Morales de Bethencourt y Zegarra. Del matrimonio de doña Francisca y don Justo nacieron, doña Mariana de Orbegoso y Moncada, casada con don Mariano de Ganoza y Cañas, y don Luís José de las Mercedes de Orbegoso y Moncada, casado con doña María Josefa Martínez de Pinillos y Cacho.

(5)

La gran casa del Mariscal de Orbegoso

(6)

Luís José de Orbegoso y Moncada nació el 25 de agosto de 1795 el la hacienda de San Pablo y San Pedro de Chuquisongo, antigua heredad de la familia Orbegoso, situada en el distrito de Usquil de la provincia de Otuzco en la sierra liberteña. Sus padres, después del nacimiento de su primogénita se retiraron a su hacienda, donde años más tarde nació don Luís José. Después de haberle enseñado las primeras letras , a leer y escribir, la familia de y Moncada retornó a Trujillo en donde el joven Luís José estudió gramática latina baja la enseñanza de don José Modesto de la Vega, “su maestro”, más tarde su “excelente amigo” y apoderado. En 1807 viajo a la ciudad de Lima, realizando estudios en el Convictorio de San Carlos hasta el año 1812 en que regresó a Trujillo, debido a la delicada salud de su padre. A la muerte de su padre, la antigua casa familiar de los Orbegoso fue adjudicada a don Luís José el 05 de abril de 1815, como parte de su herencia paterna, por la tercera parte de su valor real. Siguiendo el espíritu que por esa época animaba a la juventud trujillana, entró como cadete de regimiento de caballería de milicias disciplinadas de Trujillo. Esa fue la época en que el espíritu de independencia de la América española se había convertido en empeño universal de los americanos. El domingo 25 de febrero de 1816, don Luís José se unió en matrimonio con la dama trujillana doña María Josefa Martínez de Pinillos y Cacho, su sobrina en quinto grado por la línea de Cortés, dama que fue hija de don Juan José Martínez de Pinillos y Larios, regidor perpetuo y alférez real del muy ilustre ayuntamiento de la nobilísima ciudad de Trujillo, teniente coronel graduado del ejercito y coronel efectivo del regimiento de caballería de milicias disciplinadas de la ciudad, y de doña María Josefa Cacho Lavalle y Cortés, ya difunta para esa fecha en la que el novio contaba con la edad de 21 años.

Cuatro meses después de realizada la boda, los esposos de Orbegoso y Pinillos se trasladaron a su hacienda Chuquisongo en donde nació su primogénito, regresando a Trujillo dos años más tarde. Don Luís José y doña María Josefa fueron padres de don Pedro José, casado con doña Mercedes Riglos y Rábago; de doña Trinidad casada con Enrique Wyman; de don Manuel; de don Manuel María, casado con doña Carlota Cabrera Ganoza y en segundas nupcias con doña Albina Cañero Vega; de doña Emilia, casada con don Vicente González Pinillos; de don Serapio casado con doña Zoila Elespuru Pinillos; de doña Matilde, casada con el doctor Julián Sandoval; de don Nemesio, casado con doña Tránsito de la Puente; de don Guillermo Eloy, casado con doña Agustina Rosa González Madalengoitia ; de doña Isabel y doña Josefina de Orbegoso Pinillos. Su patriótico desprendimiento le hizo poner a disposición de la causa de la independencia, todos los capitales de sus haciendas, consistentes principalmente en ganados, para que se empleasen en el servicio y sostenimiento del ejército libertador. El 02 de septiembre de 1824 el libertador Simón Bolívar le nombró prefecto del departamento de La Libertad. El mes de febrero de 1825, don Luís José comenzó “la compostura formal” de su casa familiar, contratando los servicios del maestro de albañilería José María de la Torre y a Nicolás Jaramillo Morales para la obra de carpintería. Por ese tiempo comenzó a extender los límites de su propiedad, comprando al convento de San Agustín, la parte de la plazuela que miraba a su portería, calle real de por medio, lugar que se había convertido en un muladar y depósito de inmundicias, donde edificó varias casas tiendas con frente a la referida plazuela de San Agustín. Estas tiendas no formaron parte de su casa.

En mayo de ese mismo año compro al convento de La Merced, un corralón con dos antiguas celdas conventuales arruinadas, lindante con la parte posterior de su casa familiar, esta área si se integró a la casa. En septiembre de 1826, el entonces general de brigada Orbegoso y Moncada compró al convento de La Merced un sitio cuya frontera miraba, calle real de por medio, con la cerca del convento de San Agustín y por su trasera con el corralón que un año antes había comprado al mismo convento. Esta área no formo parte de la casa y de parte de ella don Luís José hizo donación a favor de su maestro albañil José María de la Torre; declarando textualmente: “Por sus buenos servicios que me ha prestado, tanto en la fábrica de mi casa como de las dichas tiendas casitas y otras contiguas, dignas de recompensa, no quedando del todo bien remuneradas”. La espléndida mansión de la familia Orbegoso quedó “casi” del todo terminada a fines del año 1828. La plazuela de San Agustín y su espacio, cobraron una nueva y pintoresca imagen gracias a las edificaciones realizadas por esta familia trujillana.

(7)

La obra de reedificación de la casa consistió fundamentalmente en la remoción de la mayoría de los antiguos elementos de carpintería en madera que la casa había conservado por cerca de dos siglos. El maestro José María de la Torre fue responsable de la obra de albañilería y Nicolás Jaramillo Morales de la obra de carpintería. La fachada que la antigua casa que los Orbegoso había conservado desde mediados del siglo XVII en que fue edificada por los Fernández Durán, cambió totalmente, debido a que la antigua galería de esquina labrada íntegramente en madera y que ocupo gran parte de sus muros frontales, fue reemplazada por un discreto balcón de esquina y amplias ventanas de rejas que ponían en comunicación la habitaciones principales de la mansión, con la calle y plazuela de San Agustín. El obsoleto pedestal de adobes que por tanto tiempo soporto a los 53 canes de la desaparecida galería que abrazo sus dos fachadas, se conserva hasta el presente a manera de un largo zócalo alto. La portada principal de la casa también fue embellecida, luciendo sobre su entablamento y como parte principal de su coronación un escudo nobiliario partido con las armas de la casa de Orbegoso y la casa de Moncada, y como adorno una corona condal en reminiscencia del antiguo título castellano de condes de Olmos de sus antepasados los Verasátegui y Viniegra.

El patio principal mantuvo sus proporciones originales y en el corredor alto fueron cambiadas todas las antiguas puertas de tableros o recuadros de las habitaciones principales, por otras de mayores dimensiones y estilo muy de esa época, con elegantes mamparas de madera con cristales, así mismo las ventanas originales que se abrían a ese corredor alto fueron cambiadas por otras de fierro de mayores dimensiones, puertas y ventanas que hasta el presente conserva la casa. De esta manera el corredor alto lució una nueva fisonomía conservando sus centenarias columnas, de madera de amarillo, que en número de seis siguen soportando el antiguo artesonado que cubre dicho corredor.

Las habitaciones bajas fronteras a la puerta principal mantuvieron su única crujía y su corredor bajo con columnas azapatadas, de factura antigua. Sobre estas habitaciones el general mandó edificar otras de segunda planta y que juntamente con las edificadas sobre las habitaciones del lado norte del patio principal, lucieron una galería con columnas también corintias azapatadas, con capiteles de canastilla. Las amplias escaleras, los elevados terraplenes, los pintorescos corredores a diferente nivel, forman un bello conjunto original que hasta hoy conserva este tradicional y único patio trujillano, con su piso todo empedrado que es como debieron ser todos los patios originales de las casas trujillanas. La ornamentación de la Casa del Gran Mariscal Luís José de Orbegoso y Moncada, fue de gran calidad y la convirtió en la más imponente mansión trujillana de su época. En 1830 falleció su madre la señora condesa de Olmos doña Francisca de Moncada Galindo y Morales, circunstancia por la cual recayó en el general de Orbegoso la posesión natural y civil de los bienes pertenecientes a los vínculos y mayorazgos de Galindo y Sintuco. La condesa de Olmos declaró en su testamento: “Es mi voluntad que todo el menaje de la casa donde habito –casa del mayorazgo de Galindo- sea para mi hija doña Mariana, respecto de que cuando se casó mi hijo don Luís, le deje todo el que tenía en la casa en que actualmente habita..” Formaron parte del mobiliario de la mansión cuatro retratos del general Orbegoso, uno ecuestre que legó a su hija Manuela, uno “al humo” que legó a su hija Emilia, un retrato grande de cuerpo entero que quedó para toda la familia y uno “chiquitito de la colección de retratos de cuerpo entero” que legó a su hija Matilde. El 22 de diciembre de 1832, el Congreso Nacional le confirió el grado de General de División. El año siguiente la Convención Nacional le eligió Presidente provisorio de la República y en 1837 se le nombró Presidente del Estado Nor Peruano, El 19 de marzo de 1836, la representación nacional, en el palacio legislativo de Sicuani lo elevó al alto rango de Gran Mariscal de los Ejércitos de la República, ordenando que su retrato fuese colocado en la sala de sesiones de la representación nacional. En octubre de 1838 las circunstancias políticas le obligaron a embarcarse a Guayaquil, permaneciendo allí hasta 1843 en que volvió a su añorada casa de la plazuela de San Agustín. En la mañana del día 05 de febrero de 1847, en el dormitorio de su magnifica morada, le sobrevino la muerte al patricio trujillano, a la temprana edad de 51 años. Sus restos mortales fueron conducidos a la iglesia del convento de La Merced y de allí al cementerio de Miraflores. En Miraflores descansaron los restos del ilustre personaje, prócer de la independencia nacional, Presidente de la República, excelentísimo señor Gran Mariscal don Luís José de Orbegoso y Moncada.

(8)

También formó parte de las propiedades del general, las haciendas de Chota y Mótil, situadas en la provincia de Otuzco, que las adquirió por adjudicación que le hizo el Estado, por su justo valor, en compensación de sus méritos y patrióticos servicios en el ejército que dio la libertad al Perú en 1824. Su viuda doña María Josefa Pinillos de Orbegoso conservó la propiedad de la casa de la esquina de San Agustín; a su muerte ocurrida en la ciudad de Lima en 1864, la casa quedó formando parte de su cuantiosa testamentería, permaneciendo en esta situación por espacio de 45 años, al final de los cuales fue sacada a remate público en 1909. Al conmemorarse los 150 años de su muerte, sus restos fueron trasladados, en solemne ceremonia, a uno de los ambientes de su casa de la plazuela de San Agustín, en donde actualmente permanecen. Un documento de mucho interés para el estudio de esta casa, es el inventario y tasación que se hizo en abril de 1847, trascrito íntegramente en el apéndice de esta reseña histórica.



Edificación de la casona a mediados del siglo XVII

En la parte del solar lindante, calle real de por medio, con la iglesia y portería del convento de San Agustín, el capitán de milicias Diego Fernández Durán y su esposa doña Isabel Florencia de Rivas “labraron y edificaron” a mediados del siglo XVII la casa cuya historia se comienza a reseñar. Don Diego fue un próspero mercader en Trujillo, propietario de fincas urbanas, dueño de la hacienda San José de Buena Vista y tierras de Susanga en el valle de Virú.

Su considerable fortuna le permitió una vida llena de comodidades y un destacado lugar en el estamento señorial trujillano. Doña Isabel Florencia fue hija de don Pedro de Rivas, maestro carpintero y de doña Florencia Díaz. La casa la había heredado de su padre don Pedro de Rivas. Doña Isabel Florencia había heredado de su padre una antigua casa allí existente. La propiedad heredada fue de una extensión considerable, pues comprendía el área destinada años más tarde a la plazuela de San Agustín.

Los estrechos vínculos de amistad entre los esposos Fernández y los religiosos agustinos permitieron que éstos solicitaran se les venda parte de la propiedad frontera a la iglesia y portería de su convento, con el fin de edificar una plazuela que permitiera un mayor lucimiento a su iglesia.

Don Diego y su esposa aceptaron la venta del sitio, la cual se realizo el 14 de mayo de 1640 por la cantidad de 950 patacones. Desde entonces Trujillo tuvo un nuevo espacio público, frente a la iglesia de San Agustín.

La plazuela edificada tomó el tradicional nombre de San Agustín que hasta el presente conserva, a pesar de que oficialmente, en varias oportunidades, se le quiso nombrar de maneras diferentes.

La casa heredada por doña Isabel de Rivas databa del siglo XVI. Destruida por el terremoto de 1619 fue reedificada sobre gran parte de sus mismos cimientos, conservando de esta manera la gran mayoría de su traza original, que perduró hasta mediados del siglo XVII, época en que la familia Fernández decide construir una nueva casa condicionada a la presencia de la nueva plazuela y a una área no convencional para la edificación tradicional de las casas virreinales trujillanas, de amplios patios, traspatios y huertas, distribuidas espacialmente en el sentido longitudinal de los solares primigenios.

A pesar de las limitaciones la casa familiar de los Fernández fue imponente y señorial, viéndose muy favorecida en sus proporciones y trazo arquitectónico de fachada por la presencia de la iglesia y la nueva plazuela que definieron desde entonces el perfil de este bello y tradicional rincón trujillano.

La nueva casa lució una esplendida fachada cuya portada se abría a la entonces llamada “calle de la sierpe”, hoy calle Mariscal Orbegoso, a su costado izquierdo una tienda accesoria con puerta a la calle, a su otro costado una amplia galería con barandal y fuertes canes labrados en madera de algarrobo que hacía esquina con la plazuela de San Agustín, seguida de dos ventanas voladas con sus balaústres torneados en algarrobo que juntamente con esa parte de la galería miraban a la iglesia del convento agustino, la puerta de una calesera completaba el costado de la fachada que daba hacia la plazuela de San Agustín.

La presencia la galería como elemento arquitectónico de fachada en casa de una sola planta, resulta caso único en los estudios realizados hasta el presente, referentes a la evolución histórica de la arquitectónica civil trujillana, y de gran interés para los estudiosos de esta disciplina.

La galería descansaba sobre 53 canes labrados en algarrobo, apoyados en un sólido y largo pedestal de adobes, que juntamente con el barandal, así mismo de madera torneada en algarrobo, y su cobertura sostenida por pilares de madera, daban la vuelta y hacían esquina con la plazuela.

Las amplias habitaciones de la casa como sala, cuadra y dormitorio se cubrieron de fino artesonado de influencia hispano mudéjar labrado en maderos de roble y alerce, todas ellas con puertas de comunicación a la larga galería y al corredor alto del patio principal, corredor compuesto por seis columnas de madera de amarillo que hasta hoy sostienen el techo de cuartonería de cedro, guarnecido, por esos tiempos, por un sólido barandal de balaústres torneados en madera de algarrobo.

Las habitaciones principales mencionadas, más la cámara, tras recámara y el corredor del patio principal se edificaron sobre un alto terraplén. El zaguán también se cubrió de artesonado de roble y alerce. Completaban la casa algunas piezas no terraplenadas, en el patio principal, y de éstas, las que miraban a la puerta principal de la casa, estuvieron guarnecidas por un corredor bajo con columnas corintias azapatadas muy vistosas y característica de la época. En el traspatio se construyeron las piezas destinadas al servicio de la casa. Diego Fernández Durán falleció en el año 1665; su esposa en 1686. Recibieron cristiana sepultura en la capilla del Santo Cristo de Burgos de la iglesia del convento de San Agustín, concedida a la familia por los religiosos.

Uno de sus cuatro descendientes fue el licenciado Diego Fernández, quien heredo la magnífica casa trujillana edificada por sus padres, conjuntamente con tres casa tiendas ubicada en la plaza mayor de la ciudad, el trapiche San José de Buena Vista y la hacienda Tomabal en el valle de Virú, propiedades que se sacaron a remate público a pedido de sus acreedores. Por esa época la economía trujillana afrontaba una dura crisis originada por largas sequías y enfermedades en sus cultivos, como la llamada “epidemia de los trigos”. La crisis del comercio del trigo y harina empezó a sentirse a partir de 1687, coincidente con el terremoto de Lima del mismo año. La pérdida de la sementeras de trigo dio lugar a la expansión del cultivo de la caña de azúcar y al pronto reemplazo de los antiguos “molinos de moler trigo” por los “trapiches de moler caña dulce”.

El licenciado Diego Fernández, al igual que los demás hacendados del los valles de Trujillo, se vio cargado de deudas y censos impagos e imposibilitado de poder satisfacer a sus acreedores. El remate de todos sus bienes se realizó el 01 de septiembre de 1707, a favor del capitán Francisco de la Huerta y Zubiate, acaudalado comerciante trujillano, convirtiéndose en el nuevo dueño de la casa de la esquina de la plazuela de San Agustín y de las demás propiedades. En 1723 el capitán de La Huerta Y Zubiate vendió la antigua casa de la calle de la sierpe, al capitán Juan de Orbegoso y Aranda. El capitán de la Huerta y Zuibiate falleció tres años más tarde, soltero y sin dejar descendencia.


EL SOLAR DE LA CASONA ORBEJOSO EN TRUJILLO

Repartición de solares

Desde la fundación española de Trujillo, a fines de 1534, en la traza fundacional de la ciudad las manzanas perimetrales de la plaza, con excepción de la manzana destinada a la Iglesia Mayor, estuvieron divididas en tres solares longitudinales, de los que el central lindaba con dos calles y los laterales con tres.

La repartición de solares a los vecinos fundadores fue realizada por el primer cabildo y confirmada en 1535 por el conquistador Francisco Pizarro. Su ubicación, con respecto a la plaza mayor, estuvo de acuerdo a sus merecimientos.

El solar fue concedido, en el siglo XVI, al conquistador Pero González, casado con doña Isabel de Ayala, vecino fundador de Trujillo, encomendero de Jequetepeque y San Pedro de Lloc y primer escribano público que tuvo esta ciudad. A su muerte, su hijo Pedro González de Ayala heredó la propiedad de la ciudad y la encomienda.

El solar tuvo por linderos generales: por uno de sus costados, el convento de Nuestra Señora de las Mercedes, por el frente con la calle de La Merced, hoy quinta cuadra de Pizarro, su trasera, calle real en medio, con la iglesia y portería del convento de San Agustín, y por su otro costado, con el solar perteneciente al conquistador Diego de Mora, calle real en medio que de la plaza mayor va a la iglesia de San Agustín.

Algunos de los conquistadores, fundadores y primeros vecino de Trujillo, residieron poco tiempo en la ciudad, otros no tuvieron descendencia quedando sus solares disponibles, por lo que el cabildo les concedió por merced a otros vecinos, otros fueron vendidos y posteriormente divididos, destino que siguió el solar otorgado al conquistador Pero González.